Tras la Tercera Guerra Mundial en 2024, el Mundo vivía inmerso en un
caos, la miseria, la oscuridad y la violencia iban de la mano, el sol ya no se
ponía en lo alto del cielo y el principal objetivo del ser humano era sobrevivir.
No había cabida para otra cosa que no fuera la supervivencia, ésta era la base
del sistema.
Sistema «conjunto de reglas o
principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí» decía un libro
rasgado y lleno de tachones que encontré tras unos muros derruidos. Sistema,
palabra que no tiene mucho sentido hoy día en el 2030. La verdad es que no
he escuchado a nadie decir tal palabra, hasta suena un poco mala, quizás yo no
sepa pronunciarla. Cierto es que no conozco a muchas personas. El otro día
mataron los cara cortada a la pobre flaca, así la llamaba yo, pues todos
los huesecillos del su cuerpo podían vislumbrarse tras esos harapos que llevaba
¿Qué podría significar? ¿Qué querría decir? la verdad, no lo sé, pero rondaba
mi cabeza sin sentido.
Sabía leer, mi padre me enseñó a escondidas, él
era maestro, y me dijo que era conveniente no contárselo a nadie, pues por
aquel entonces todo índice de libertad de expresión era sancionado y censurado.
Las escuelas desaparecieron, quedaron al olvido de unos pocos, y los pocos
maestros que se atrevían a enseñar lo hacían a escondidas, fuimos obligados a
la clandestinidad, pues todos éramos refugiados de la lectura. Al poco tiempo
se llevaron a mi padre y a los tres meses mi madre falleció, ya no me quedaba
nada, pero sobreviví. Todo libro fue censurado o quemado, no he visto un libro
completo en más de 6 años. Me las ingenie para comer y dormir con pocos años,
si tenía que mentir y engañar lo hacía, comía lo que podía robar y dormía donde
me podía refugiar. Iba de un lugar a otro sin preguntar, un día conocía a una
persona y al otro ya me quería matar.
Pero, eso sí, me gustaba leer, no sabía muy
bien y no entendía muchas palabras, pero me gustaba, podía leer todo lo que
veía, aquellos carteles que colgaban de lo poco que quedaba de los edificios en
ruinas, propaganda incompleta entre la basura y las instrucciones de cómo
calentar unas lentejas.
Hasta que un día, lo encontré, era un libro
entero, con su portada y todo, algo sucio eso si, pero completo, con todas sus
páginas, y decía el título Lazarillo de Tormes. No tenía ni idea a quién
le pertenecía, pero no lo dudé, miré a ambos lados y lo cogí, lo puse entre mis
brazos y salí corriendo como si llevara un mendrugo de pan para llevármelo a la
boca. Tras correr cinco manzanas y mirar en todas las esquinas, llegué al
puerto, mi lugar preferido. Era un lugar totalmente vacío, casi sin luz, pues
el sol solo rozaba el horizonte desde hace muchos años, y la peste que
desprendía el mar por los pescados muertos echaba a los poco maleantes que me querrían
hacer daño.
Era tan bonito, la portada era de color negro y
las hojas de un rojo azafrán, no me lo podía creer, era para mí sólo, así que
comencé a leer.
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